miércoles, 17 de octubre de 2012

Desdoblamiento fractal. p1

Estaba en casa con Javier, volvíamos a encontrarnos en el ensueño, era de noche, todas las luces  apagadas y nuestros rasgos se atenuaban por la luz que entraba de la calle. Al lado en el salón había un grupo de amigos reunidos. Preparamos una bebida llamada Wachuma, cocinada a fuego lento a partir del cactus San Pedro. Teníamos el hornillo en mitad del estudio, calentándose con unas brasas hechas con restos de palés astillados. Me ofreció a beber la sopa en el interior de una lata de refresco abierta, donde había sido cocida, usada a modo de cazoleta.

-"Está quemando." Y reciví la lata humeante con un paño porque realmente estaba muy caliente. Sorbí con cuidado, esperé soplando un poco y le dí un trago. Recuerdo perfectamente la textura viscosa de la pulpa, el crujir de los cristales de mescalina en mi boca al masticar...Tras varios tragos, crujió el último cristal, lo tragué y aguardé. Los espejos de un armario revotaban la imagen del cuarto, le comenté a Javier lo horroroso que era tragar aquella sopa, él no bebía pero me sonreía, su sonrisa traslucía el Conocimiento Oculto. Me resultaba curioso vivir un viaje de San Pedro inducido a través del ensueño, en un espacio cerrado y con visita, pero no me importó.

Aguardé tranquilo, esperando la llamada, mirando a través de la ventana, la noche tranquila, todo el mundo dormía. Comencé a sentir los primeros cosquilleos por la nuca, como escalofríos. Javier me observaba desde la oscuridad de la habitación, su sonrisa relucía como la luna creciente, era la sonrisa flotante del gato de Cheshire guiando el camino de un lunático. Entonces de lo más profundo de mi estómago emergió un bramido animal, similar al de un macho cabrío. Reverberaba con fuerza en mi pecho y volví a bramar. Flor de Lis dejó escapar una risa ahogada, el cactus estaba despertando.
Me daba reparo molestar a la visita, intenté vestirme para salir al campo pero ya era demasiado tarde. Bramaba mientras me revolcaba por el suelo, poseído por la fuerza animal. Sentía su fuerza emerger desde mis entrañas, ascendiendo hasta mi cabeza y justo ahí fue cuando comencé a contemplarlo.

Dos espirales áureas doradas giraban armonicamente, creando complejos dibujos simétricos que asemejaban dragones, caracolas y galaxias, rizando bellos cuernos de carnero que nacían en mis sienes y se alzaban hacia el cielo, siempre girando en torsión, abriéndose como una mariposa en vuelo. Las formas se sucedían con agilidad de una a otra, dotando de sentido al caos, convirtiéndolo en un orden complejo. Mi piel relucía cubierta por el Vellocino de Oro  como túnica de monarca a la que han peinado sus crines lanudas, emanando pequeños fogonazos de luz y fuego.  Mis pies eran robustas pezuñas que se anclaban al mundo, rechinando a cada paso que daba sobre la tierra que vió y verá crecer a multitud de seres y civilizaciones. Mis testículos firmes, colgando pesados, cargados de fecunda simiente, la leche que amamanta a las flores, la ofrenda en sacrificio a las vírgenes del Edén. Así es como fuí transformado en Macho Cabrío, esencia masculina universal por la que todo ha sido bañado, ofreciendo en herencia genética su Santo Rostro fractal al Universo.

Me calmé...se hizo el silencio...sólo oía la respiración de Javier.  Era una risa jadeada, la repetía ritmicamente como un ícaro ancestral, el más sencillo vehículo que necesita un viajero para despegar, me concentré en el sonido...y despegué. Ví que se formaba una imagen viva de mí mismo, llena de luz, gloriosa, observándome cara a cara como si hubiese entrado a través del espejo y estuviera frente a mi propia persona.  Me centré en la visión y se hizo más viva, más grande, más cercana. Yo le reconocí, pero él me rechazó, entonces derrepente la imagen disminuyó, se hizo diminuta por la perspectiva hasta que desapareció. Así fue como nos alejamos, a toda velocidad, como jalado por una fuerza ajena a mí. Se perdía la habitación, la casa...entonces se formo un marco oscuro en mi campo de visión, ví que todo lo estaba observando a través  de una pantalla de televisor de día, en el salón de casa. Siguió alejándose la imagen y me ví a mi mismo sentado en un sofá de piel negro, socializándome con el resto de invitados aquella misma tarde, entendí que antes y después no existen al otro lado del espejo.
 Iba bien vestido, camisa azul marino de manga larga, vaqueros, zapatillas de vestir ocres y bien afeitado.Mi estado animal había desaparecido y me contemplé de arriba a bajo, llevaba exactamente la misma pinta que mi otro yo.
Se levantó del sofá y me invitó a que lo acompañara...

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