martes, 16 de octubre de 2012

Mirarse ante un espejo (La visita del niño azul)

...fuí al baño, era el baño de un bar, olía a lejía y orines, con su espejo a lo largo de toda la pila de lavabos, sus azulejos claros, su luz fría de sala de espera...Me acerqué a la pila, me miré al espejo...ahí estaba yo, estaba mayor, las durezas y asperezas son los bueyes que han arrastrado legones por el barbecho de este rostro. Recordé parte de mi vida: "Cuánto tiempo eh? Maldito Richelier, viejo perro...jajaja" Me vinieron cosas buenas para sonreir, otras...no tan buenas.

Fue entonces cuando apareció tras de mí un niño azul, era un niño sabio. Su azul no era un azul opaco, si no capas luminosas de tonos grises y azulados, era como la luz de una mañana brumosa que despeja a un cielo raso.Se sentó frente al espejo mirándome, señaló mi rostro sonriendo y su sonreir estaba libre de toda malicia. Aquel crío tenía un encanto angelical, sin ñoñerías, era todo simpatía. No habló, pero cuando volví a mirar mi reflejo entendí con claridad el conocimiento que de él brotaba. Sentí la pureza de un corazón recién nacido y cómo la vida lo va desvirtuando con los años. Comprendí la diferencia. La madurez es una ilusión, una justificación a los pecados.


Conmovido, lloré amargamente, cada  arruga un exceso, cada error un lamento. Derramé cántaros de lágrimas sobre mi conciencia para purificarla, y así se limpiaba, y así me limpiaba.Y mi rostro relucía cada vez más limpio, cada vez más nuevo, clarificando toda comprensión del presente, perpétuo, lúcido. Poco a poco una sensación de alibio vino a mí, calmándome sin prisa, despejando toda duda. Cuando un corazón es tocado por lo más puro y virginal las excusas se desvanecen pues estas pertenecen al tiempo y la impecabilidad a la eternidad. Dejando así al difunto solo frente al Juez, sumido en un estado de nostalgia, pesar de una originalidad perdida.

Yo lloraba, él me sonreía.
Y sonriendo me comunicó:
"Todo lo que no puedas contar a un niño te aleja de la pureza."

Me fue esclarecedora. De regreso a la vida ponerla en práctica es difícil.
Los recién nacidos caminan recto en la senda de regreso hacia el Señor.

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