lunes, 22 de octubre de 2012

Encuentro con los Patriarcas del Desierto




   Estaba en el jardín de un palacete, hacía una noche maravillosa. Corrían las fragancias del verano y la tierra húmeda persiguiéndose como en un juego infantil. Una brisa fresca traía los efluvios del jazmín y el galán de noche y yo paseaba descalzo, arrastrando los pies desnudos por encima de la hierba regada de rocío, despistado... cuando ante mí se desplegó una fila de soldados, eran más altos que la media, de unos dos metros y algo más el yelmo. No sabría decir el número exacto de sus filas pero serían entre siete y doce creando una  imponente procesión de cipreses en guardia. Los soldados portaban lanzas muy largas, de unos tres metros, escudos y armaduras, la estética se asemejaba a la de los ejércitos de la cuenca mediterránea clásica. Las corazas eran cobrizas y relucían dibujando potentes musculaturas como en las milicias romanas; el casco era similar al espartano pero apepinado y puntiagudo en la punta,cuyos protectores de nariz y mejillas ocultaban su mirada tras un velo de sombras, formaba así una especie de ovoíde que realzaba la cabeza. La ornamentación de los metales estaba trazada por motivos vegetales, exceptuando un ojo vertical. El ojo era de marfil, lucía toda suerte de piedras preciosas: esmeraldas, topacios, piedra onix, diamantes y rubíes engarzados sobre unas llamas de fuego chapadas en oro macizo en la zona frontal del casco.

Me rodearon, su presencia autoritaria se acusaba en mi estado nervioso. Un par de ellos descubrieron sus rostros. Sus cabellos eran rizados, media melena, rubios y pelirrojos; sus facciones andróginas, ambiguas entre el hombre y la mujer. La corpulencia de sus brazos recordaba a las vírgenes masculinas de la Sixtina, mujeres robustas, hombres de rasgos finos, así era su asexualidad: equilibrada.
Estaba sobresaltado. Uno de ellos me habló:
-"Sabes demasiado. Has probado de la copa que un bando y otro podía ofrecerte. Ahora debes elegir a qué señor servir definitivamente.  El tiempo de la guerra es próximo."

  Mi pecho se hinchó de luz, mi garganta se abrió y surgieron los alaridos de un millar de tropas rugiendo el nombre de nuestro Santo Emperador:
 -"¡Allah! ¡Allah! ¡Allah!"- las palabras se manifestaban sin cesar, como arrojadas desde las profundidades de la Fragua de Vulcano, cinceladas al rojo sobre yunkes. Grité tan alto el Santo Nombre del Clemente, Misericordioso, autonombrado y glorificado en el trono de los Cielos: Señor de los Mundos... grité tan alto Su Nombre... que me desperté.

   Reposando desconcertado sobre la cama de nuevo me llené de luz, en vista de que era portador del "pase", los soldados me llevaron consigo. Llegué a un lugar similar a una sala de suelo liso, tierra batida y esteras de esparto. Era una jaima formidable. Me esperaban doce hombres de raza árabe, corpulentos, de barbas tupidas, manos recias,y grandes barrigas que vestían con chilabas claras, turbantes y  sables persas cruzados en el interior de una faja oscura. Todos frente a mí, sentados en parábola sobre cojines de piel de cordero negro.
Me postré en ademán de respeto, me traspasaban con la mirada, sabían todos y cada uno de mis descuídos en la senda. Podía sentir como una duda en mi fe, un titubeo en mi sumisión y mi cabeza sería cercenada sin piedad allí mismo, arrojada a un cesto junto con la del resto de tibios e infieles.

   Uno de ellos se acercó. No me habló pero me entregó un libro, un libro que podía sentir abierto floreciendo en el pecho, como una flor de papel blanco, virgen. Se me hizo entender que este era el Santo Libro que todos los siervos de Dios recivieron. Las reales Sagradas Escrituras que para mí serían reveladas como guía a lo largo de toda una vida de sumisión al Señor de la Guerra Santa, sólo Él es vencedor en la batalla.

   Despierto, finalmente me levanté con el pecho ungido en luz. Sentí la necesidad de entregarme al latihan, mi sumisión era completa. Cuando terminé oré un rato y volví a la cama a dormir hasta el desayuno de las seis.

   Allahu Akbar.

Aconteció durante la segunda quincena del Santo Mes de Ramadán 2012

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